2024 – FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI

En la fiesta del Corpus Christi, la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección. También en el Jueves Santo se tiene una procesión eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al Monte de los Olivos.

En la procesión del Jueves Santo, la Iglesia acompaña a Jesús al monte de los Olivos: la Iglesia orante siente el vivo deseo de velar con Jesús, de no dejarle solo en la noche del mundo, en la noche de la traición, en la noche de la indiferencia de muchos.

En la fiesta del Corpus Christi, reanudamos esta procesión, pero con la alegría de la Resurrección. El Señor ha resucitado y nos precede. Los ángeles dicen: el Señor «irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis» (Mateo 28, 7).

El Señor se encuentra siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia eucarística se muestra en la procesión del Corpus Christi. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles de Pozuelo de Alarcon. Encomendamos estas calles, estas casas, a sus habitantes, nuestra vida cotidiana, a su bondad.

¡Que nuestras calles sean calles de Jesús! ¡Que nuestras casas sean casas para él y con él! Que en nuestra vida de cada día penetre su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. ¡Que el rayo de su bendición se extienda sobre todos nosotros!

Nuestra procesión empieza y  acaba en  nuestra parroquia, en el encuentro con la Nuestra Señora del Carmen,  con la Virgen, llamada por el querido Papa Juan Pablo II «mujer eucarística». María, la Madre del Señor, nos enseña realmente lo que es entrar en comunión con Cristo: María ofreció su propia carne, su propia sangre a Jesús y se convirtió en tienda viva del Verbo, dejándose penetrar en el cuerpo y en el espíritu por su presencia. Pidámosle a ella, nuestra santa Madre, que nos ayude a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo para que nos ayude a seguirle fielmente, día tras día, por los caminos de nuestra vida. ¡Amén!

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