No hemos madrugado, celebraremos la Misa por la tarde. Bajamos a desayunar al comedor de la Escuela de restauración y hostelería. Se llama Bërëbu Jàmb, palabra wolof que significa Rincón de la paz
¿Qué hará que todo nos sepa tan rico? ¿Será eso? Incluso esas barras sin miga nos saben exquisitas.
De día podemos ver el centro y la increíble labor de Regina. Tiene 79 años según su pasaporte y ha superado un cancer, pero la edad de su alma solo Dios la conoce.
19 años después esto es un emporio en medio de mucha miseria, pero dentro de la casa se respira dignidad, la de cualquier hijo De Dios que es como se les trata en esta escuela mas allá de su religión.
Regina es madre y padre y saben que las quiere porque les exige. ¿Sabrán lo que Dios les quiere? Desde luego la sonrisa no desaparece de su rostro ni para darle una colleja a las que no se han puesto el dedal y pueden estropear las mesas de trabajo.
Los varones nos hemos puesto a colaborar en tareas propias del Salvador antes de su vida publica.
Hoy hay un joven, carpintero, que en esta jornada no tiene labor y nos va a echar una mano. Antes del almuerzo ya hay y una de las nuevas mesas para la cooperativa.
Porque la Escuela exige compromiso, cuatro años, y con los años hay que dejar paso a mas gente joven. De eso hay abundancia en El Barrio.
El almuerzo nos lo han servido de la misma escuela y vuelve a estar delicioso.
Si Regina descansa nosotros también, pero los golpes de martillo de Dam -el carpintero- nos ponen a trabajar- en la tarde van a caer dos mesas mas, puesto que las mujeres ya han acabado prácticamente una casulla.
Otra ducha para llegar limpios a la Misa. Lo que va a conseguir que no hayamos trabajado solamente, sino que hayamos construido el Reino.
Ahora he sacado un rato para poder escribir un rato. No queremos dar puntada sin hilo. Esta no es una experiencia, es parte del resto de nuestra vida