El primer día comenzaba como un día normal. Amaneces en tu cama, das la gracias a Dios, trabajas, haces la maleta…
El vuelo no está programado hasta las 18. Da tiempo a hacer muchas cosas en un día.
A las 14.30 hemos quedado para salir hacia el aeropuerto. Somos un grupo de lo mas eclesial: Una religiosa del Niño Jesús, que visita a su compañera, un matrimonio de la parroquia que colabora en Hilvanes desde el principio y este cura que escribe.
Al llegar al aeropuerto hay toda una liturgia a seguir de dejar maletas, enseñar pasaportes, tarjetas de embarque que mejor os ahorro. Muchos de los que me leáis habéis viajado muchas veces y esto os parecerá hasta vulgar.
Eso si, nunca es vulgar poder celebrar la Misa en la T4 donde una preciosa capilla católica nos permite comenzar como Dúos manda nuestra misión. La providencia ha querido que sea la fiesta de San Martín, obispo de Tours, pero mucho mas conocido de su época anterior a hacerse católico por haber partido su capa -lo único que tenía en ese momento- para dárselo a un pobre. María Jesús, otra religiosa de la parroquia, me escribió ayer deseándome que “el encuentro con los preferidos de Jesús te toque el corazón y ya nada sea igual”. Un guiño de la misma providencia que me ha traído hasta aquí. No tengo dudas.
Seguimos ruta hasta la terminal satélite, que exige 35 minutos de escaleras y andadores hasta el control de pasaportes y…
Si, la vida cuando eres el protagonista es un drama, pero cuando lo es Él es una aventura.
PASAPORTE CADUCADO. Así, en mayúsculas, como si me lo hubieran gritado. Porque es lo último que podía esperarme en ese momento.
Quizá necesite una aclaración para los que hayáis aguantado hasta aquí. Gracias amigos por rezar por esta misión.
Hace exactamente dos años me despedía de mi anterior parroquia y tuve que hacer una mudanza en la que extravié mi pasaporte. En noviembre de 2018 me hice uno nuevo en previsión de este viaje y cuando me puse las vacunas lo busqué y lo dejé todo preparado con la cartilla de vacunación. Todo normal si no fuera porque el pasaporte que había encontrado recientemente era el extraviado en 2017 y constaba como sustraído para la policía.
Son las 17.15, tu vuelo embarca a las 17.30 y te acaban de retirar el pasaporte. ¿Cómo te quedas?
Con el papel que me da el agente echo a correr hacia la comisaría que hay en la T4, porque para mi esto es absolutamente extraordinario, pero para los agentes de seguridad es -parece ser- el pan nuestro de cada día.
Solo he tardado diez minutos en lo que se supone que serían veintidós.
El funcionario me desanima, no te va a dar tiempo, llama para saber si han cerrado las puertas de embarque, pero no. Me hace el pasaporte con el tiempo que necesita y que no tengo, pero las oraciones de los demás me llevan a no trasmitirle mi prisa, sino la confianza de que será lo que Dios quiera. Este viaje siempre fue así. Mas carreras y cuando quedan dos minutos para la hora establecida para la salida asomo por la puerta de embarque. El comandante, encantador , está en la puerta para saludarme.
Menuda cura de humildad. Me siento mientras recupero el pulso y me doy cuenta que si quieres hacer algo por los demás deja que Dios haga de las suyas en tu vida.
En el avión de conversación con una neoyorquina nacida en Egipto que viaja sola por Ghana, Senegal y Gambia. Una valiente. Le explico que soy un sacerdote católico y que me dirijo a la misión. Ella es musulmana. ¿Algún problema?
Tengo la suerte de tomar tierra en cabina. Una preciosidad.
Ya en tierra queda el nuevo control de pasaportes.
Ya vemos a Regina. M Rosa, su hermana en religión se funden en un cariñoso abrazo como si no se hubieran visto en años. Se han visto en verano, pero: “mirad cómo se aman”.
La salida a la calle no es dramática. Ya nada lo será en este viaje. El calor está acompañado por una brisa marítima maravillosa que nos refresca.
Comienza el viaje en taxi. Una autopista, cruza un pueblo, cruza otro y adéntrate no en otro continente, en otro mundo.
No sabría cómo explicarlo hasta que veo los ojos de Charo llenarse de lágrimas. No estaba preparada para el contraste.
¿Qué hemos visto? Muchas infraviviendas con muchos jóvenes en la calle huyendo del calor de las casas. aún queda gente intentando vender sus frutas, barro, arena, regueros de agua, carros tirados por un caballo…
Hemos llegado. Estamos en Sam Sam, en Pikine.
Cenamos algo por centrarnos y vernos las caras y a la cama.
Mañana será otro día.
Cuando Dios tiene un plan, un pasaporte no se lo frustra.
Los que estamos aquí, pero nos gustaría estar en la misión allí, rezamos por todos vosotros.
Un abrazo muy fuerte.