Para recibir este sacramento, los futuros esposos deben estar en estado de gracia, formados en la doctrina cristiana, sin impedimentos de ningún tipo, y deben observar las prescripciones de la Iglesia con respecto a la celebración del matrimonio.
Los ministros de este sacramento son los propios cónyuges que contraen matrimonio, los cuales confieren y reciben recíprocamente el sacramento. La fórmula es la aceptación mutua de este don, llevada a cabo en el momento del libre consentimiento que los esposos intercambian entre sí, frente al ministro de la Iglesia y dos testigos.
El matrimonio es un sacramento y para recibirlo es necesario una cierta preparación espiritual, que se obtiene a través de los cursillos prematrimoniales.